No sin razón los druidas fueron llamados sabios de los árboles. La mentalidad de ellos era muy distinta a la que tenemos en la cultura moderna. Para un druida todas las cosas están interrelacionadas y dependen unas de otras. Uno no puede hacer algo sin que ello tenga repercusión en el todo. La naturaleza es un ser vivo en sí misma, y cada planta, cada animal es parte de ella y debe ser cuidada y respetada. La sociedad moderna usa todo para su beneficio, de manera indiscriminada, causando gran desequilibrio y caos; en la conciencia druídica eso es inconcebible, puesto que lo que importa es la unidad, no el interés individual. No se consideraba la tierra como propiedad del hombre ni a lo seres que la habitaban como inferiores, sino como seres que comparten la vida con uno, que tienen su sitio justo en el mundo y valen por sí mismos, no como un recurso más.
Para los celtas era un crimen dañar un árbol o a un animal. Cuando era necesario por ejemplo usar la madera de un árbol, no se cortaba así sin más sino que implicaba previamente todo un ritual que llevaba a ponerse en comunicación con el espíritu del bosque y del árbol, pedir su permiso para usarla para una causa justa y prometer así mismo retribuir lo tomado de alguna forma.
Un druida era un guardián del bosque en todo momento y su alma estaba en comunicación con todos los seres que lo habitaban. Nosotros, en cambio que nos jactamos tontamente de tener el poderío sobre la naturaleza nos encontramos ahora en un callejón sin salida. Los druidas fueron más sabios, y deberíamos aprender de ellos. El reto es claro: o recuperamos pronto la armonía con la naturaleza o perecemos.
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